Volver como de cada viaje moribundo a beber del agua que
brindas. Más allá de lo obvio te tornas un ángel que me carga hacia el cielo.
Me pregunto agobiado si alguna vez llegaré ahí con tus alas. Miro mi
reflejo mientras mojo mi rostro, y me doy cuenta que allá nunca llegaré. Pero me
cobijo en la ilusión, en tus manos de dios; La droga de tus besos. Pero, ¿Por
qué creer en este milagro? ¿Por qué pensar que querrás cargarme a lo alto? Y
vuelvo a mis dudas, vuelvo a cada pregunta que pretendía resolver el acertijo de
nuestro viaje. Sigo cautivo esperando saber si recibiré más de lo que necesito,
o nuevamente volveré a caer desde más alto. Todo responde a que deseo volar
cada metro. Deseo ver cómo será mi caída, aunque sepa que no habrá camino que
me retorne a casa. Porque quiero vivir este suicidio que no dirá nada. Que no
tendrá huellas. Porque una vez lo viví y compartí la paz temporal sobre los
espacios de tu piel. Ya estuve cerca de la paz plena, las siluetas que me
permitían palpar mi alegría.
A diferencia tuya, yo ya me volví adicto de ti una vez sin
poder salir. Aprendí con cautela a conservar y cubrir las heridas para
llevarlas sin hacerlas visibles. Pero esconderlas no significa hacerlas esfumar.
Me encargué de hacer nuestro antiguo vuelo una carga que contenía todos mis
anhelos, y los adscribí a tus manos. ¿Recuerdas como hice que flaquearas? Yo
logré esconder y apaciguar mi necesidad de ti, pero a la vez también logré extirpar
tu necesidad de mi. Vuelvo al viaje como moribundo a beber el agua que brindas.
Nuevamente te veo como el ángel que me cargará al cielo, y me pregunto agobiado
si es que alguna vez permitirás que ese viaje vuelva a ocurrir.