La gran respuesta es lo que supongo mis sueños enseñan. Ya se me hizo reiterativo repasar cada noche las situaciones que nunca quise vivir cuando te tuve al frente, y quizás por eso mis proyecciones dan con esas palabras que quiero olvidar.
Dejar atrás, y perdonar como si solo el silencio continuase volando el fulgor del recuerdo, es la llave que mis sueños tratan de mostrar.
Despierto agitado, y entre las sabanas me hago cada vez más pequeño, para no caer en esa amargura que se siente al cerrar los ojos, y pensar mil veces lo mismo.
No quiero tener que navegar cada vez más en este infinito mundo de ilusiones irreales. Me pregunto porque estas imágenes son tan crueles conmigo mismo, si realmente ya no quiero saber más de la misma historia.
Apareces tú, usando las palabras perfectas que algún día dijiste, que son el conjunto de letras más desgarrador que oí. Latentes y punzantes, como si quisieras verme ahogado.
Increíblemente no eres tú. Mi cabeza es la que desea decirme eso, y no entiendo el porqué de todo esto. Todo este tiempo en silencio, todos estos minutos que pasan, siguen flotando como luciérnagas a mí alrededor, cegando mi aliento, y acariciando mis heridas.
Tal vez lo único que quiero decirme a mí mismo, es que no puedo mantener solo el bonito recuerdo que hubo y hundir el barco de llantos que me provocaste.
Quiero decirme a mí mismo, que así como me enseñaste a respirar la alegría, saboreé cada una de mis heridas, que ahora tienden a ser cicatrices que quedaron tatuadas en mi piel.
Es imposible quitar esa imagen de mi cabeza, que dice que fuiste tú la que acabaste la arena en mi reloj, y no quisiste dar vuelta el tiempo, para que continuase avanzando lentamente.
Quiero entender porque pasa todo esto. No me interesa preguntarme ilusiones, si esta todo claro, y no hay más vueltas atrás. Todo acabo, y ya no me siento atado ti. Entonces ahí es donde doy vuelta de nuevo y te veo hablándome en sueños. Fría, terca y desmesurada al hablar de mis emociones.
Cree un animal, que tiene tu imagen, y voz, y me habla entre sueños sobre cada accidente que derramo lagrimas en el diario vivir de mis días. Y no entiendo cual es el fin de esto.
Y como alguien me dijo alguna vez, coexistimos como arquitectos de nuestro destino, y es así… aunque la mayoría del tiempo dejamos que las cosas pasen, no logramos torcerle la mano al destino y nos quedamos paralizados con la situación, con el dolor, con la sorpresa, con el cambio, con la causa y el efecto, aunque a estas alturas de la vida, sé que no debería sorprenderme, pero es la gracia de vivir, o de sobrevivir, mas bien.
ResponderEliminarMe es dificil dominar todo bien cuando estoy despierto, que que todo el trabajo quede en cero, por las cosas que veo en las noches..es una lastima...supongo que es tiempo..
ResponderEliminar