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martes, octubre 19, 2010

Cuatro semanas.


Cuatro semanas.

La persona que un día ame con tanta fuerza ya no existe. No puedo extrañar lo
inexistente, ni puedo venerar un recuerdo que ya no forma parte de mi realidad.

Me da miedo borrar ese recuerdo y enterrarlo para siempre. ¿Cómo puede ser fácil vivir de una imagen que solo proyecta mi mente? ¿Cómo puedo amar una voz que no volverá?

Ya dejo de existir el cariño que entregaba ese ser. Ya es otro, que se transformó. Las promesas quedaron en el vacio de mis pensamientos, y por más que alimente la idea de continuar con esperanza, al final del día no queda ningún consuelo. Me convierto en el animal sin sentido, despechado y aturdido. Alejado de la manada que un día pensó que siempre estaría para cobijarlo, porque no existe tal manada.

La soledad, y el desamparo me abrigan con su frio intenso, y aunque busque excusas para seguir sin creer que estoy ahí, lo único que prevalece en mi mundo, es mi intranquilidad, pintada con matices de un porvenir no determinado.

Ya no existe nadie que sostenga esto. Nadie a quien culpar. Simplemente me toco así.
La pregunta que aflora cada mañana y cada noche al intentar dormir, se recuesta sobre la idea de no sentir, ni depender más, y simplemente seguir como una maquina sin alma. ¿Pero alguien tiene una explicación de porque querría continuar luchando, si nadie te dirá que haces bien?

Obrar por simple inercia me corrompe, y quedarme con ella me atormenta. A mí que me importa el dinero, o el éxito, si al final del día, jamás un billete lograra abrazarte sinceramente.

Ni siquiera quedo en ti algo de lo que había, que pudiera entender lo que me pasa. Me abriste los ojos, y me mostraste, que sin ti realmente estaba solo. Que nadie me iba a apoyar, y simplemente me quedaría postrado en este ambiente, buscando incesantemente un suicidio responsable.

No sabes cómo odio la forma que me hiciste ver esto que paso. A pesar que no fuese tu culpa, no soporto la maldita idea de cómo llegue aquí, y ver cómo era mi mundo realmente.

El vacio colmo mis horizontes, y no hay a quien aquejar las penurias. De manera fácil te reposaste en la idea de cambiar. Inevitablemente ya no existe el ser que solía amar.

Eres parte de mi mente, y de lo que ella proyecte, y lo que ella quiera que sueñe.
La voz que me hablaba con cariño, se quedo oculta en algún lugar dentro de ti, y no hay esperanza de que vuelva. ¿Qué debo hacer? Esperar no da solución, y menos pretender que llegaras a mi puerta, hoy martes, después de un mes.

Aquí en mi cama, con este resfrío pretenderé esperar, y dibujar con mis recuerdos la llegada esperada de tus manos traspasando mi puerta.

Y aunque nunca suceda, siempre estaré expectante. A pesar de que ese ser este muerto.
Espero con ansias que mi mente lo borre.

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